Opinión

El caso del milagro económico de Corea del Sur

Corea del Sur se ha convertido en una de las sociedades más avanzadas tecnológicamente. Sin embargo, cuando la guerra de Corea terminó en 1953, la nación, destruida por el conflicto, era más pobre que la mayoría de las naciones latinoamericanas.

Eduardo Sperisen Yurt

Ese país consiguió llegar hasta donde está al apostar por el único recurso que tenía en abundancia: su gente. Debido a que tanto el gobierno como las familias se dieron cuenta del valor de la educación, invirtieron en ello de modo extraordinario y esa apuesta fue la que suministró a los ingenieros y trabajadores industriales que necesita la base manufacturera de donde sale la riqueza del país. Esta es la parte menos polémica de las explicaciones que se han dado para examinar el milagro económico surcoreano.

Pero a lo largo de los años se han ventilado muchas otras explicaciones.

En Corea del Sur es común la presencia de enormes grupos empresariales dominados por familias, conocidos como «chaebol». Samsung es el más famoso de ellos, ha sido controlado por la familia Lee desde 1938. Venden desde lavadoras hasta teléfonos celulares, pasando por hoteles y empresas de seguros.

En la década de los 90, el famoso informe publicado por el Banco Mundial «Explicando el milagro económico del Este Asiático» insistía en que, en realidad, buena parte de esa explicación estaba en seguir el llamado recetario neoliberal: cosas como manejar el gasto público de manera prudente o evitar excesos de inflación.

Pero esa explicación no convencía a muchos.

Otros argumentaban que se trataba de una cuestión de cultura, en este caso, la asiática, influida por Confucio y su énfasis en el orden, la devoción por el bienestar colectivo y el respeto por las jerarquías.

No obstante, esas teorías pasaron a segundo plano cuando el crecimiento económico asiático sufrió fuertes traspiés a finales del siglo XX.

El papel de la política influyó mucho debido a que el estado promovió el desarrollo tecnológico, particularmente en los años en que comenzaba el despegue económico del país.

Muchos aseguran que el carácter autoritario del gobierno surcoreano de la época tuvo que ver. Por ejemplo, el controversial Park Chung-Hee, tomó el poder en un golpe militar en 1961 y gobernó por 18 años. Usó su poder para exigir que aquellos ricos a los que se veía como corruptos invirtieran en las industrias del país. «No sé si funcionaría ahora», le dice a la BBC el académico Kim, «pero funcionó en aquella época».

Sin embargo, también se puede decir que en otros países hay infinidad de ejemplos de gobernantes autoritarios que no llevaron a sus países a la prosperidad económica, empezando por Japón.

El gobierno surcoreano consiguió exigir eficiencia de los grandes conglomerados privados.

Lo cierto es que varias generaciones de académicos han buscado entender cómo Corea del Sur, y otras naciones asiáticas, consiguieron lograr sistemas políticos menos permeados por la corrupción que los de otras regiones del mundo.

Estos sistemas políticos fueron muy efectivos en ofrecer ayuda y protección estatal a sectores claves de la economía, como la industria pesada, pero exigiendo al mismo tiempo resultados de eficiencia y de responsabilidad social a los empresarios que recibieron esos subsidios estatales, que en ese entonces no eran parte de las normas multilaterales de comercio que en la actualidad no se podrían implementar.

La ausencia de un consenso definitivo sugiere que nadie sabe cuál es la receta exacta de Corea del Sur para haber triunfado en la economía. Eso hará, probablemente, que aumente aún más la fascinación por entender los secretos de este “milagro” que en el curso de un par de generaciones saltó del tercer al primer mundo como muy pocos lo han logrado.

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