Opinión

¿Cómo incorporar a más mujeres propietarias de empresas en las cadenas de valor?

Cuando hablamos de cadenas de valor y género, hablamos de un entorno que mantiene a las empresas proveedoras propiedad de mujeres sin el mismo acceso que aquellas lideradas por varones. Romper esta asimetría significaría una verdadera victoria para la inclusión y el desarrollo.

Si una compañía de América Latina contrata proveedores, no siempre toma en consideración a aquellas empresas lideradas por mujeres. Aun cuando la empresa oferte todo lo que el cliente requiere, existen limitantes que contradicen la evidencia que reconoce a la diversidad como determinante para el éxito de los negocios.

Así, un estudio de la consultora Mercer afirma que en América Latina, pese a que 64 por ciento de las organizaciones entienden el imperativo comercial y de negocio que es tener diversidad en la cadena de valor, aún no están tomando acciones concretas para lograr la diversidad de género entre sus proveedores.

Esto a pesar de que, hoy por hoy, las mujeres están presentes en cada punto de toda cadena de valor. Sea como emprendedoras, supervisoras, productoras, proveedoras, consumidoras o compradoras, su trabajo y talento aportan resiliencia, capacidad de innovación, conocimiento del entorno y comprensión de las necesidades de los clientes. La contribución diversa es determinante para el éxito de los negocios.

Un estudio de ONU Mujeres de 2017, señala que las compañías con una mayor tasa de adopción de diversidad de proveedores y programas de inclusión generan un tercio más de retorno en sus costos de operaciones de adquisición que el promedio, mejorando su rentabilidad. Esto, además, tiene un potencial impacto positivo en la generación de beneficios para la comunidad en la que opera.

Limitantes para las empresas propiedad de mujeres

Romper esta asimetría es uno de los objetivos de los bancos multilaterales de desarrollo. Así, en el caso de BID Invest, se viene desarrollando una estrategia inclusiva integral en favor de la igualdad en la cadena de valor, tanto para la mujer como para otros grupos con menor representación –como las personas indígenas y afrodescendientes, las personas con discapacidad o las personas que se identifican como LGTBIQ+.

El objetivo principal es que las empresas de la región tengan en cuenta a los negocios propiedad de mujeres, o dirigidos por ellas, a la hora de contratar proveedores de bienes y servicios.

No es un objetivo fácil. Por una parte, a las empresas contratantes les falta experiencia y conocimiento sobre cuáles son las características y mejores prácticas para integrar ese eslabón de la cadena de valor. Por otra parte, los negocios liderados por mujeres enfrentan dificultades específicas para acceder al mercado, debido a que su actividad tiende a desarrollarse en un ecosistema financiero y social muy limitante, en especial en los siguientes aspectos:

  1. Limitación para acceder a los mercados. Las empresas propiedad de mujeres suelen ser PYME o microempresas y, por lo tanto, disponen de menos contactos y relaciones comerciales y tienen mayores dificultades para cumplir con el volumen de producción requerido por las grandes empresas. Esto impide su acceso a las redes de ventas sea a nivel nacional o internacional.
  2. Limitación para acceder a financiamiento. Los negocios propiedad de mujeres tienen menor acceso al crédito y más problemas para conseguir préstamos que les permitan consolidar o incrementar sus actividades y ventas, bien sea por desconocimiento del sector financiero sobre las necesidades específicas de las PYME mujer, o por un sesgo explícito o implícito en los procesos de aprobación de crédito.
  3. Limitación para el emprendimiento. Muchas de las empresas propiedad de mujeres operan en la informalidad debido a la complejidad regulatoria o el tamaño de las ventas entre otros factores. Esta dinámica condiciona el desarrollo de estos negocios, impidiendo el acceso de las mujeres a herramientas de formación y mentoría y limitando su experiencia de negocio.

Cadenas de valor inclusivas

Además de proporcionar acceso a capital, BID Invest incorpora a sus financiamientos el objetivo de que las empresas incrementen sus beneficios al integrarse en las comunidades en las que operan, es decir obtengan licencia social para operar.

Como primer paso, cuando una compañía solicita nuestro apoyo financiero y no financiero, se realiza un diagnóstico del estado de género y diversidad de su cadena de valor. Con esa información, y adaptando las medidas propuestas al contexto concreto de cada cliente, se diseña un plan de acción.

Este plan puede incluir recomendaciones para la política de adquisiciones, asesoramiento en políticas inclusivas, programas de capacitación y concienciación de los equipos de compras (que no suelen estar familiarizados con promover la igualdad de género), identificación de nuevas proveedoras y capacitación en temas productivos o comerciales.

Las medidas pueden aplicarse a compañías que operan en una gran variedad de sectores como “retail”, manufactura, agronegocios, turismo, o telecomunicaciones, BID Invest trabaja con clientes para que incorporen a empresas propiedad de mujeres entre sus proveedores.

En un caso en Argentina, donde se busca incorporar a mujeres dentro del grupo de proveedores locales que surten los comedores corporativos, se trabaja a través de una capacitación específica para mujeres. Se detectó que la falta de formación técnica era una de las principales barreras para su incorporación y, tras la aplicación de esta acción se espera que el cliente fortalezca la empleabilidad de las mujeres en el sector agroindustrial, consiga una mejor integración y relación con la comunidad local y contribuya a la sostenibilidad social.

Algunos proyectos con clientes también incluyen un plan de acción por el cual se conecta al cliente con las redes internacionales de proveedoras, a través de socios como WEConnect, una red global que conecta negocios propiedad de mujeres con compradores corporativos en todo el mundo. El resultado de las políticas de inclusión de género en la cadena de valor es una ganancia para ambas partes. Ganan las empresas porque consiguen productos y servicios de mayor calidad y más innovadores, porque reducen costos por el incremento de la competencia y porque mejoran su relación con las comunidades locales.

Y ganan los negocios de las mujeres porque acceden a nuevos mercados, mejoran la calidad de su oferta a través de la capacitación y el asesoramiento y porque pueden hacer crecer sus negocios. Es una muestra más de que igualar es ganar.

Sobre los autores:

Isabel Bermenja es oficial de género, diversidad e inclusión en BID Invest.

Gabriel Jiménez es oficial de inversión en manufactura de BID Invest.

Vía BID

Comercialización
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