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¿Cómo un emprendimiento salvó millones de litros de agua en el 2018?
Una empresa que surgió como un emprendimiento familiar salvó millones de litros de agua en 2018 gracias a su intervención con métodos científicos de manejo de desechos y residuos.
Todas las actividades humanas generan impacto en el ambiente. Las empresas, pequeñas, grandes, de servicios o industrializadas, desde luego, también provocan desechos o residuos, como cualquier casa, solo que a una escala mayor.
La Comisión de Laboratorios de AGEXPORT organizará su evento Guatelabs Expo el 14 marzo de 2019 para impulsar la competitividad de empresas exportadoras, gracias al conocimiento y experiencia de un grupo multisectorial de expertos.
Francisco Sedano de la empresa Biorem, explica que en la actualidad hay un tipo de reciclaje que ya es considerado como materia prima, como el cartón. Pero ¿qué pasa con aquellos desechos que no tienen un mercado establecido? “Simplemente van al camión amarillo que recolecta la basura”, mencionó Sedano.
Pensando en ello surgió el emprendimiento que busca ofrecer una alternativa de reutilización de cualquier tipo de desecho o residuo. No solo cuidando el ambiente, sino creando un modelo económicamente viable.
“El mayor reto de esta idea fue la barrera de los costos tan bajos a que estamos acostumbrados. Los recolectores de basura básicamente cobran una tarifa de flete”, agregó el emprendedor.
De eso hace ya unos años.
Sólo en 2018, las empresas asistidas por Biorem dejaron de contaminar 11 mil 972.6 millones de litros de agua. Ello equivale a 4 mil 800 piscinas olímpicas o el 5 por ciento del lago de Amatitlán.
El emprendimiento
¿Cómo lo hicieron? Valiéndose de la máxima que “la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma”, la empresa buscó opciones para reubicar esa energía al mejor precio de compra posible y compensar así el costo de esa transformación. Es decir, aplicó la economía circular.
Biorem se fundó hace diez años cuando Francisco estaba estudiando, aunque no operó formalmente sino hasta en el 2014. “Mi papá es agrónomo y mi mamá es química. Él exportaba espárragos, minivegetales y frutas, pero hubo una baja en el mercado, así que empezó a crear sus propios fertilizantes con microorganismos, reproduciendo bacterias que mejoraban el rendimiento”, contó.
Entre las primeras experiencias exitosas que tuvieron fue la de tratar los desechos de una granja avícola. El problema lo convirtieron en solución: volvieron abono la gallinaza. Por ese entonces esa aplicación no era tan popular como ahora.
Con los años, el emprendimiento entre padre e hijo se ha convertido en una oportunidad de empleo para 45 personas. “Tratamos de trasladar ese concepto a nuestros colaboradores. Ofrecemos soluciones sostenibles y el cliente puede dejar de depender de nosotros, por eso tenemos muy clara nuestra misión de salvar el agua”, puntualizó.